El niño no paga, ¿no?

Hoy pretendía hablar de algo gracioso, para variar, que el blog me está quedando un poco serio con las cosas que van pasando en el mundo. Bueno, en realidad me está asustando mi tendencia a mirar hacia el oeste y alucinar con las cosas que acontecen allá en poniente, así que hoy voy a aislarme (o al menos intentarlo) de todo lo malo que sigue ocurriendo para tratar de hablar de algo más agradable: a mi pueblo llegó este fin de semana un circo.

Cuando llegué y lo vi me pareció curioso, porque hacía un tiempo que no iba uno y recordé que de pequeño mi padre me llevó a ver elefantes, tigres, payasos, caballos, todo ello en riguroso directo y con palomitas.

Recuerdo que aluciné con un tipo que, amparado por la oscuridad que le proporcionaba un foco que había detrás de él y que nos cegaba lo suficiente como para no ver de él sino una sinuosa silueta, se clavaba clavos hasta en la nariz... aún ahora mismo tengo en mi mente la imagen nítida de un clavo golpeado por un martillo, clavándose en el codo, la rodilla y la susodicha nariz. Siempre creí que el hombre lo hizo de verdad, hasta que al fin caí en la cuenta de que todo tuvo que ser por una de dos: o se trataba de una farsa o se había metido una buena dosis de epidurales (porque seguro que eso duele más que un parto).

Vista la web del circo que ha llegado al pueblo, tal vez éste sea un poco peor que el que recuerdo. Creo que antes esto del circo era una cosa más normal, ¿no creeis? Ahora parece que los circos lo tienen más dificil para competir con Gran Marrano DYC, el/la friki de turno que sale en Salsa Morsa y la escritura sms-forme.

Por eso ya no quiero ir. Prefiero quedarme con la gratas sensaciones que tuve de pequeño. Tengo la sensación de que si vuelvo a ir, me defraudará; como la sensación de cutrez que se tiene cuando ahora ves un capítulo del Equipo A. En este tema prefiero mantener mi inocente y feliz recuerdo infantil que caer en la decepción.

En fin, otra de las cosas que me vinieron a la cabeza fue que en el 90% de los casos los críos van al circo siempre acompañados de sus padres (en el sentido más general del concepto: padre, madre, padre y madre, padre y padre, madre y madre, perro y gato...). Y que, normalmente, en todo lo que implique pago por la entrada se ven precios especiales para críos en edades más o menos tempranas. Menor de cinco años paga la mitad, menor de dos años no paga, etc... Comprendo que esto es así porque al fin y al cabo lo que se pretende es que los padres entren y que los críos no lo van a disfrutar tanto como para pedir que paguen una entrada completa.

Lo que no comprendo, entonces, es que en el circo no se haga lo mismo... con los padres. ¿No sería lógico que si los que más van a disfrutar del espectáculo son los niños, los padres pagasen menos? No sé cómo se hace ahora, pero si encima los niños pagan menos, estamos ante una cuestión interesante.


Si los padres pagasen un poco menos, cada niño/a iría con su padre en lugar de hacer lo típico de que un padre vaya con los hijos de toda la cuadrilla. Yo, al menos, lo haría así si tuviese un hijo. Cada vez le tocaría a uno lidiar con toda la caterva de chiquillos/as mientras ve la función. Resultado en entradas: n+1, siendo n el número de niños/as.

Si se hiciera la entrada más barata para los padres, seguro que más de uno se arranca. Resultado en entradas: 2*n.

Aplicando álgebra básica, se sabe que 2*n > n+1 (para n mayor que uno, que es lo mínimo que se puede comprar, una entrada), de modo que saldrían ganando...


Al que esté pensando que esto es una patraña... tiene razón... porque aunque los padres no quieran ir al circo por ellos mismos, seguro que lo que no querrán perderse será otra cosa. Como en el anuncio, precio de las entradas X euros...

Ver la cara de tus hijos al ver todo lo que se puede ver en el circo, no tiene precio.

Y es que lo que aún sigo recordando es la cara de mi padre cuando salíamos y le contaba lo que más me había gustado.

Y ahora la comprendo.

No hay comentarios: