De Plaza de Mayo a Plaza de Junio

Argentina. Ayer.

Por más que me trate de acostumbrarme a ver y no olvidar las heridas abiertas por el mundo, parece que, últimamente, la realidad quiere subirme a las nubes (espero que no se para dejarme caer después) de la complacencia.

Si bien es cierto que las cosas no siempre son lo que parecen, hay noticias que te obligan a mantener la fe en la justicia; ¿será el sistema que quiere ganarse mi confianza?

Resulta que en Argentina también hubo dictadura. Supongo que una de esas cosas buenas con las que hemos dado ejemplo, de modo que seguro que por allí, tan lejos, existen dolores bien conocidos por aquí, tan cerca.

Lo bueno de las transiciones de dictadura a democracia es que se ve la capacidad de adaptación que tienen muchos de los componentes de los gobiernos dictatoriales para seguir apoltronados en sus sillones y en sus millones. Algunos, hasta se mantienen en cargos electos hasta bien pasada la edad de jubilación. Otros permanecen en el centro de la derecha o, simplemente, se hacen demócratas de toda la vida. Y es que el ser humano es así de adaptable. Es cosa de la naturaleza, adaptarse o morir. Y como a nadie le gusta morir, pues no veas como se adaptan.

Una de las medidas que suelen facilitar esta adaptación es el olvido. Se conoce que en Argentina se promovió una ley por la que todos los crímenes cometidos se barren debajo de la alfombra y aquí paz y después gloria. Las leyes se conocen como las leyes de "Punto Final" y "Obediencia Debida".

Para mantener viva la llama de la memoria, las madres y abuelas y familiares en general de los miles de desaparecidos se agruparon, formando la Asociación de las Madres de la Plaza de Mayo.

Parece que esa triste y frágil llama ahora cobra nuevo furor con la noticia de que el tribunal supremo argentino ha decidido como anticonstitucionales las leyes por las que la impunidad trató de abrirse camino a través de los resquicios de la justicia.

El gobierno de Néstor Kirchner parece que ha tenido mucho que ver, parece que al fin hay un presidente argentino (sudamericano en general, la verdad) que no se dedica a llenarse los bolsillos... bueno, no al menos en exclusiva, no lo sé.

La cuestión es que esto es una buena noticia, que siempre está bien no dejar escapar vivos a los fantasmas del pasado. El tiempo cura las heridas, pero una bala dentro de la herida hará que nunca se acabe de curar.

Esta primera medida que puede afectar a miles de militares, policías etc (casualmente, todos aquellos que juraron proteger al ciudadano) por crímenes contra la humanidad.

Ojalá esto acabe por no ser sólo un gesto simbólico y se juzguen como deben ser todos los hechos acaecidos desde el 76 al 83 (incluido mi nacimiento), y que (casi) todas las heridas puedan cicatrizar en paz.

Ojalá se acabe con los dictadores muertos y su horrenda herencia.

Ojalá las madres puedan quedar en la Plaza de Mayo un jueves simplemente para tomar un café y contarse cómo van superando el pasado y miran al futuro.

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