Estar por ser o ser por estar

Bonito palíndromo si tenemos en cuenta las palabras en vez de las letras... sí ya sé que así es mucho más fácil, pero no va de eso el asunto, es sólo un título.

Pero que me viene al pelo para comentar lo de hoy.

Hay gente, personas de a pie de calle, anónimas, que, por alguna característica especial, o por un talento poco común entre el resto, consiguen el éxito. Puede tratarse de albañiles, concejales, ministros, strippers, cantantes, futbolistas, no importa en qué, la condición es que en lo que hacen, son los mejores.

Y junto con ese éxito, en muchas ocasiones, llega la fama.

Si bien, es cierto que cada área de trabajo tiene su cuota de fama, que no es lo mismo ser el mejor carpintero de la ciudad y ser conocido en ella por ello (oye), que ser el mejor futbolista o el ganador de OT, los niveles de fama son los que son en cada profesión (ya al dinero ganado, seguramente).

Quizá este sea el error cometido por la sociedad, ya que, en principio, la labor de todos los que hacen bien su trabajo debiera estar reconocida.

Pero no es así.

Y esto, creo, ha sido el caldo de cultivo de una pútrida sección del periodismo de actualidad: la prensa rosa.

Cuando alguien es famoso por su trabajo, por la repercusión de sus acciones (como un golazo del copón, un gallo en plena actuación o por torear sólo ante mujeres), es lógico que se le valore y que suscite interés por su persona. Lo admito, mataría por tener los pantalones de North Carolina que usaba Michael Jordan debajo de la ropa de los Bulls en cada partido.

Es lo que suscitan personas así, carismáticas y especiales. Es lógico que haya prensa a su alrededor para saber si se retira, si es feliz, o desgraciado, porque a sus fans les interesa.

El problema viene cuando, en la tele, para estar, no hace falta ser, sino que para ser, sólo hace falta estar.

Es decir, que alguien famoso salga en la tele en una entrevista o lo que sea es normal, es lógico, es interesante, pero cuando se confunde qué fue antes, si la fama o la tele, llegamos a la era de Tamara (o Ambar (o Yurena)) y Toni Senil (perdón, Genil).

Creyeron, y la industria les siguió, que se es famoso por salir en la tele, aunque sea para que se rían de ti. Eso les dio fama mientras salieran, y salieron mientras hicieron gracia.

Ahora, este sistema se ha generalizado. Desde la hermana de Jesulín a la hija de Rocío Jurado, pasando por Morsa de España y Sarita Montiel. Todo un elenco de personajes (dejan de ser personas, engullidas por su propio afán de fama, la verdad) que aparecen, tienen su tiempo de gloria y son desechados para siempre.

Pero como esto de ser parece que es interesante, sobre todo en el tema monetario, todos se agarran a un clavo ardiendo para tratar de estar para así ser, y uno de los clásicos es salir en (semi)bolas en alguna de las múltiples revistas masculinas que abundan en los kioskos, o airear cuentos de cama con alguno que es sin estar.

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Trinfita intentando estar sin ser, o ser por estar


Así, hoy en día, estar no es sinónimo de ser; de hecho, estar sin ser puede ser el primer paso para no poder nunca ser (ni estar siendo). Hay que andarse con cuidado, vistos los ejemplos de neofamosossinhacernada que tenemos por ahí. Los GranHermanoides, OToides, MiraQuienBailaoides, y demás cutreprogramas (que sí, que alguno veo, sí, que no soy un santo tampoco con esto) son fábricas de personajes que explotar por el resto de la cadena mientras dure la gallina de los huevos de oro.

Y si no sale ninguno, es hora de maltratar al que fue (y a veces, es) pero no quiere estar, como Lola Flores, Pepe Navarro...o de irse con el rabo entre las piernas, ¿eh MªTeresa?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ey, ey, porque no dejas de hablar de chorradas y comentas la noticia del dia, eh?

Gorka dijo...

Hola!

la noticia de hoy, saldrá mañana, que este es el post de ayer...

; )

Salu2!