Pase por caja

[Nota del autor: leer primero y luego ver links :D]

Ahmed es feliz.

Ha cobrado su primer sueldo y con él pretende poder llamar a casa para contarle a su madre que está prosperando, que ya no se dedica a lo de antes y que ahora ya no le van a detener por su forma de ganarse el pan. Imagina todo lo bien que esta noticia va a sentarle a su preocupada madre, que vio, con lágrimas en los ojos, cómo todos sus hijos acababan sus vidas en una cuneta.

- No - pensó Ahmed - yo no le haré eso. Como mucho un delito menor - había visto compañeros que, si caían en manos de la ley, eran devueltos a la calle sin mayores problemas.

Mientras se acercaba al locutorio habitual, pensaba en qué iba a hacer con tanto dinero. Nunca había visto 500 euros juntos, en un sobre, sin nombre, como los que le habían dado.

En el locutorio, vio algo raro. El tipo gordo propio de toda peli de acción en un garito de mala muerte ni siquiera pestañeó cuando le vio llegar. Normalmente solía saludarle porque le confundía con un inmigrante de su mismo país. Ahmed no conocía su nombre - y probablemente él tampoco el mío - solía decirse, pero eso no hacía que sus charlas sobre el día a día no fuesen todo lo amenas que puede ser cuando la vida aprieta tanto que se necesita a alguien con quien poder respirar.

- ¡Alto! Deja esas bolsas de plástico en suelo hijodeputa! - bramó una voz a su izquierda, saliendo desde detrás de una cabina de teléfono.
- ¡No te atrevas ni a temblar cacho de mierda! - insultó otra desde la derecha.

Ahmed pensó que todo el dinero ganado en el top manta se iba a ir por el retrete. No pudo evitar pensar en su madre, pero se obligó a afrontar la situación con serenidad. Al fin y al cabo, mejor perder el dinero que la vida.


Los dos chicos se habían acercado a un locutorio que les habían dicho que frecuentaban muchos manteros. Las cosas se habían puesto muy mal desde que la nueva ley había entrado en vigor, y no pensaban dejar así las cosas. Esos cabrones se la iban a cargar, ¿qué se pensaban? ¿Que podían llegar y hacer con el país lo que les diera la gana? ¡Ni hablar!

Su ideología era clara en este asunto: tolerancia cero.

Tomaron un par de gorras con su anagrama para taparse la cara en la medida de lo posible y fueron a por la artillería. A pesar de todo, esos cabrones hacían algunas cosas bien y pudieron acceder a un par de pistolas de Radek El loco, apodado así porque amputó las falanges de los diez dedos de las manos de su propia hija cuando se la trajo de Rumanía para prostituirla. Aquella fue la última vez que la pobre chica negó a su padre en público.

A pesar de sus reparos, los chicos sabían que Radek era el mejor y más barato armero de toda la ciudad.

Más confiados que nunca, con la adrenalina a flor de piel, habían seguido a alguno de ellos al azar. Ahmed no lo sabía aún, pero habían entrado al locutorio al ver que ese había sido su destino los últimos tres días. Una lotería macabra se rifaba y el destino reservaba a Ahmed todos los números.


La ira al salir de sus escondites tras amenazar al tipo gordo propio de toda peli de acción en un garito de mala muerte les había salido bastante natural. Estaban sorprendidos de su pericia.

En un segundo, los dos chicos asieron las bolsas que Ahmed llevaba con los discos piratas que no había podido vender esa tarde y salieron corriendo.

Al pasar la esquina se montaron en la moto que el padre de uno de ellos le había regalado por sus buenas notas en el colegio. - ¿Ves como cuando quieres, puedes, y obtienes resultados? - le había dicho su padre - celebremos tus 16 años con esa moto que tanto quieres.

Mientras conducía, el otro hacía inventario de lo que se habían llevado. Al menos debía haber allí 40 cedés de música y un buen puñado de las últimas películas en cartelera. ¡Todo un botín!



Ahmed vio de nuevo la luz. Vio a su madre sonriendo de nuevo y al tipo gordo propio de toda peli de acción en un garito de mala muerte saliendo de detrás del mostrador. Se felicitó por su suerte y se fue a llamar a su madre. El robo no merecía la pena; además, iba a ser peor para él denunciarlo, arriesgándose a la multa por vender material falsificado. Se acercó al teléfono y marcó el número de su madre... 976...

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